Desconocido abismo

Las manecillas del reloj se ralentizan, mi mente se mueve con parsimonia y mi cuerpo se paraliza. Estoy al borde de un precipicio invisible sin fin, atrayente y, a la vez, aterrador. Mis músculos inmóviles están relajados, mis ojos no se apartan de la oscuridad a mis pies y mis labios entreabiertos derraman el vaho de mis entrañas. Siento una pesada carga, pero no me importa. Estoy simplemente de pie, plácida y segura, pero sé que me tengo que mover.

Algo atrae mi atención y no del precipicio, sino proveniente de arriba. Mis ojos se elevan y vislumbran un remolino gris, tenue pero con fuerza que se va desplazando a mi alrededor hasta alcanzar mis pies. La neblina consigue apartar levemente la oscuridad más cercana. Entonces consigo entrever unos escalones que se introducen hacia el vacío. Estaba equivocada, pues el fondo no está tan lejano ni tan profundo, y ahora el magnetismo me atrae más que antes. Mi pie derecho avanza hasta posarse en el primer escalón y todo el nerviosismo, antes ausente, atenaza cada fibra de mi ser. Mis manos tiemblan y mis rodillas ceden. ¿Qué debo hacer? La carga se hace más pesada y mi cuerpo está a punto de ceder. Pero consigo erguirme y sobreponerme, pues quiero adentrarme en lo desconocido. Quiero conocer lo que nunca he conseguido ver, quiero abrir mis pensamientos para que se expandan por toda esa oscuridad y disfrutar del agradable ambiente fresco y mordaz.

El tiempo se acelera y mi respiración agitada me oprime el pecho. Avanzo y comienzo a descender. Ya no me importa lo que dejo atrás, sólo estoy yo, sólo mis pensamientos ligados a unos sentimientos repletos de adrenalina a lo desconocido. 

Pupilas enormes se van formando en el espacio que dejo atrás, me observan, empiezan a murmurar y no me importa nada lo que dirán. Cierro los ojos y sigo en mi avance incesante. La carga se va haciendo más ligera hasta que desaparece por completo y los murmullos quedan mudos. Sigo, sigo ya sin nerviosismo, sin temor, sin abrir los ojos y dejándome guiar por la intuición. Piso el fondo y una descarga recorre mi cuerpo haciendo que todo mi vello se erice. Mil sentimientos nacen como una avasallante cascada. Mis ojos se abren cegados, inexplicablemente, por una intensa luz y el mundo que se abre ante mí me deja sin respiración.

Fdo. La Figa Vegana

Chapa y pintura

Entre cigarrillos...

Hambrienta del viento